17 sept 2015

Ésta entrada es una reseña, aunque al principio no parezca. Neta.


Ahora que ya pasó toda la parafernalia y la falsedad asociada con el 16 de septiembre, podemos al fin concentrarnos en conmemoraciones políticas de mucha más actualidad e importancia para la vida nacional, justamente ésas cosas de las que Peña Nieto quiere que te olvides a base de gritar "Viva", seguido de nombres y conceptos que él mismo no entiende. Cosas como el primer aniversario de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, o el próximo 47 aniversario de la Matanza del 2 de Octubre. Cosas de ésas que la gente olvida con unos fuegos artificiales, un pozole y unos tragos.

“¿Pero de qué diablos está hablando este tipo?”, se preguntarán algunos de ustedes. “Si todo mundo sabe lo que pasó el 2 de Octubre de 1968”. Claro. Todo el mundo sabe del 26 de Septiembre y del 2 de Octubre y que se trató de “conflictos entre estudiantes y el gobierno”, de la misma forma en que todo el mundo sabe de Mario Bros. y que se trata de un videojuego. Y sí, eso es lo que todo el mundo sabe. Pero nada más. Ya muchos olvidaron cuáles fueron las causas del movimiento estudiantil del ’68. Ya muchos olvidaron qué era por lo que se luchaba. Ya muchos olvidaron incluso el precio que se tuvo que pagar por ello.

"En serio, señor, le juro que la reseña está más abajo. Sígale leyendo."

Y esto se debe a un tipo de olvido diferente. No al tipo de olvido individual, achacable a una mala memoria. Esto es un tipo de padecimiento social, causado por un patógeno llamado Estado, y su vector, los medios de comunicación. Y es un mal bastante grave, realmente: es el mal del olvido histórico. El mismo tipo de olvido histórico que hace que, por ejemplo, el PRI haya regresado al poder.

Pero bueno, dejando eso ya aclarado, pasemos a lo que nos truje. Cuando se menciona el 2 de Octubre, la mayoría de la gente piensa automáticamente en una cosa: la Matanza de Tlatelolco. Y aunque no podemos negar que ésta última fue el momento culminante del proceso social que se desarrollaba, si podemos decir que no fue el único suceso importante que se produjo en 1968. Otra cosa que la mayoría de la gente piensa con respecto a lo ocurrido en el ‘68, es que fue un conflicto entre el gobierno y los estudiantes. Pero esta simplemente es una concepción errónea, provocada en parte por el olvido histórico del que hablamos anteriormente. Algunos de estos “sucesos importantes” ni siquiera ocurrieron el 2 de Octubre, y mucho menos en Tlatelolco. No solo fueron el gobierno y los estudiantes quienes estuvieron involucrados. También tuvieron que ver otros entes sociales, como los medios de comunicación, la Iglesia, y el mismo pueblo, los cuales no siempre jugaron un papel que pueda llamarse benefactor. Tal es el caso que se expone en la siguiente película.

Felipe Cazals, 1975/76


ADVERTENCIA: Puede contener trazas de material de pesadillas.

ESTO SÍ SUCEDIÓ. 14 de septiembre de 1968. Cinco jóvenes, empleados de la Universidad Autónoma de Puebla deciden ir a escalar el volcán La Malinche, simplemente para pasar un buen rato, como hacen tantos otros jóvenes cuando se va a acampar, o cosas así. El mal tiempo no les permite ascender, y tienen que pasar la noche en el pueblo de San Miguel Canoa, en las faldas del volcán. Pero hay algunas cosas con respecto al pueblo de Canoa, de las que estos jóvenes no están al tanto.

En primera, el pueblo está controlado por un cura venido de fuera, presumiblemente enviado por agentes gubernamentales (la Iglesia y el Estado trabajaban en conjunto, literalmente satanizando al movimiento estudiantil que había estallado en el D.F.). Este cura se encargó de dejar completamente de lado a las autoridades locales, convirtiendo al pueblo en un agujero de xenofobia y fanatismo religioso. Cuando los jóvenes acuden con el padre para pedirle asilo por una noche, éste se los niega, y decide conspirar contra ellos. Por medio de sus achichincles, el padre consigue que la mayoría del pueblo los rechace, primero de una forma pasiva, que se va volviendo progresivamente agresiva.

Mientras los jóvenes siguen buscando un lugar para alojarse durante la noche y cubrirse de la tormenta que cae sobre el pueblo, no se dan cuenta de otra tormenta que se está formando. El padre y sus secuaces logran convencer a gran parte del pueblo de que los jóvenes trabajadores son agitadores, que intentan esparcir propaganda. Así, de chisme en chisme, los jóvenes terminan siendo criminales satánicos que vienen a poner banderas comunistas en la capilla, a robar ganado y a matar niños. Así, de plano.

Y bueno, pa’ no hacerles el cuento largo (y no contarles toda la película), luego de tantos embustes por parte del cura, el pueblo decide ir a linchar a los jóvenes. Entonces, sigue una de las secuencias cinematográficas más perturbadoras en la historia del cine mexicano, junto a la cual, cualquier película de terror moderna acabaría pareciendo como una feliz película infantil.

En resumen, Canoa es una de las películas más impactantes del cine mexicano moderno. Como un estudio sobre el fanatismo llevado al extremo, Canoa presenta los acontecimientos con ironía y realismo. El filme critica a todos los actores del drama: los jóvenes linchados que se sienten ajenos al gran problema social del 68, el cura que se escuda en la religión para mantener sus privilegios, las autoridades corruptas, el pueblo que confunde religión con fanatismo.

El filme es también uno de los pocos filmes comerciales (entre comillas) que tratan, aunque sea de forma colateral, el fenómeno del 68 en México. El tema, tabú para el cine mexicano, sólo ha sido tratado, de lleno, en esta película, en los documentales El Grito (1968) de Leobardo López Aretche, México 68 (1969) de Óscar Menéndez, y en la sobrevalorada y choteadísima Rojo Amanecer (1989).

 A ésos milicos se les hizo chiquita...

Verdadero filme de denuncia social, Canoa presenta la forma más deformada de participación política: el fanatismo. La cinta es una obra clave en la historia del cine mexicano. Es un filme atento a la realidad, que estimula a los espectadores a pensar en forma analítica y crítica. NO es una película para dominguear, ni para ver como simple y llano entretenimiento. Es una película que nos invita a recordar y a darnos cuenta de que lo ocurrido en 1968 es mucho más complicado y profundo de lo que las escuelas y los medios nos quieren hacer creer. Aun así, se recomienda acompañar esta película con copiosas cantidades de Boing! de Uva, por lo menos, para endulzarse un poco la boca mientras se contempla la muy amarga realidad.

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