15 sept 2015

"Nosotros somos los muertos."

(George Orwell, 1949)


El Gran Hermano Siempre te Observa.

Te sientas en una silla, en tu cuarto. Las luces están apagadas, pero no porque tú lo quieras así: la bombilla se fundió, y no has podido conseguir un repuesto. A pesar de la oscuridad, sabes que te están observando. Comienzas a analizar la habitación en la que te encuentras. Todo está en un estado lamentable, como si acabara de haber sufrido un desastre. Las paredes están derruidas, el techo se cae a pedazos, la calefacción no funciona, las tuberías se atascan con la mayor facilidad. Entonces piensas en comer. Recuerdas que en tu igual de descompuesto refrigerador, no hay nada más que pan duro, y un sustituto sintético de ginebra. Todo eso es lo que el gobierno te ha proporcionado para vivir.

Pareciera que todo fue siempre de este modo. Sin embargo, tu instinto te dice que no es así. Algún recuerdo ancestral te dice que las cosas están horriblemente mal, y que no pudieron ser siempre así. Intentas encender un cigarrillo (también proporcionado por el gobierno), pero el tabaco se derrama. Lo peor del caso, es que el gobierno no te proporcionó ninguna de éstas cosas gratis. Todas ellas salieron de tu trabajo para ese mismo gobierno, y el Partido que lo controla, y que lo ha controlado durante décadas.

Tus pensamientos se concentran en ello. El Partido no solo decide el modo en que vives, sino el modo en que la gente vivió en el pasado. Un Partido que se encarga de “editar” el pasado día con día, de manera que toda la “historia” de la humanidad vaya de acuerdo con su ideología. Un partido que ha ido destruyendo el mismo lenguaje, para limitar la capacidad de razonamiento de la gente. Un Partido que ha dominado el arte de lavarle el cerebro al pueblo, de tenerlo completamente sometido, al grado de que cualquier pensamiento contrario a dicha ideología es un acto criminal del más alto grado.

Pensamientos como los que tú estás teniendo es éste momento. Por un momento, olvidaste que en todo momento, los espías del partido te observaban. Para ellos, cualquier gesto, movimiento, o suspiro inesperado, por más mínimo que sea, puede ser una señal de “pensamientos criminales”. Y, por un momento, tú te distrajiste. Y eso te lleva a la conclusión obvia: pronto (tal vez en cuestión de minuto, o de días, pero pronto) ellos irán por ti. Te encerrarán y te torturarán, hasta hacerte confesar todos los horribles crímenes que en realidad nunca cometiste y declares tu incondicional lealtad y amor al Partido.

Entonces, simplemente, desaparecerás. Tal vez te ejecuten, o simplemente te manden al exilio. Tal vez primero te utilicen como chivo expiatorio para alguna mentira administrativa, o para algún drama político. Pero, al final, tu destino será el mismo: la desaparición total. Todo indicio de ti será borrado de la existencia. Todo registro, todo documento, toda mención sobre tu persona, por más mínima que sea… todo será eliminado. Será como si nunca hubieras existido. La gente se olvidará de ti. Las personas más allegadas a ti tendrán que convencerse a sí mismas de que nunca exististe; y créelo: lo harán. De lo contrario podría sucederles lo mismo que a ti. 

En una situación similar se encuentra nuestro protagonista, Winston Smith, en esta exquisita novela de George Orwell, escrita en 1949... y no, el título del libro no es ningún error, simplemente, lo escribió pensando en lo que en ese entonces era el futuro. 1984 se sitúa en un Estado totalitario, para el cual el poder es el valor absoluto y único: para conquistarlo no hay nada en el mundo que no deba ser sacrificado, y al alcanzarlo, no hay nada importante en la vida salvo la voluntad de mantenerlo a cualquier precio. La vigilancia despiadada de este Súper-estado, y de su líder, que todo lo escucha y lo dispone, ha llegado a apoderarse de la vida y la consciencia de sus súbditos, incluso en las esferas más íntimas de los sentimientos humanos. Smith aparece al principio como una figura de rebelión contra este poder monstruoso pero es cada vez más asediado por éste engranaje, omnipotente y cruel.

Orwell hace un excelente análisis psicológico y político de los motivos que mueven a aquellos que detentan el poder, y de la dependencia que éste crea en los humanos. Y si no le creen, nada más échenle un vistazo a la historia de gobernantes que ha tenido éste país, para que se den una idea. Así que álcense en rebelión, adquieran como puedan éste magnífico libro, y léanlo antes de que el Estado decida desaparecerlo… o desaparecerlos a ustedes.

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