Season of Mist - Junio de 2014
"Siento que me desnudan con la mirada..."
Seré honesto con ustedes: tengo una tremenda debilidad por arreglos de Death y Black Metal sinfónicos, siempre y cuando sean realizados competentemente, así que ha sido un viaje bastante agradable para un servidor el escuchar los últimos discos de ésta legendaria banda Griega, y comprobar cómo han ido transformando las imágenes operáticas mayormente sintetizadas de sus discos anteriores en paisajes orquestales genuinos.
Ciertamente, aún tengo un interminable aprecio por discos pioneros del sonido sinfónico en los 90’s, como Theli, Ceremony of Opposites, In the Nightside Eclipse y demás, cuando las discográficas tristemente aún no tenían el presupuesto o la exposición necesaria para financiar una sinfónica “de a de veras”. Sin embargo, el poder disponer de una genuina horda de músicos conlleva el beneficio de un sonido intrínsecamente más rico y vivaz, proporcionado por los coros y las cuerdas y los vientos y las percusiones, en contraste con aquel producido por un teclado y unos dedos y unas chelas.
Y aunque sus esfuerzos han sido recibidos con opiniones marcadamente mixtas, para mí Septicflesh han conseguido un punto álgido en la unión de aquellos épicos y exóticos sonidos griegos y Medio-Orientales tan propios de un Theli o un To Mega Therion, con una construcción de riffs densa y muy efectiva, aunque algo simple, y amplias y profundas voces guturales, todo ello dentro de un potente marco sinfónico.
Lo anterior, sin embargo, no significa que todo disco de metal grabado con una orquesta sea un éxito automático, que es a lo que me refería cuando dije “siempre y cuando sean realizados competentemente”, esto es: cuando la orquesta y el arreglo sinfónico no son utilizados para ocultar composiciones mediocres. Tristes ejemplos del uso mediocre de una orquesta junto con metal igualmente mediocre serían discos como Nymphetamine o Abrahadabra, especialmente si son comparados con Titan o su predecesor, The Great Mass.
A lo que todo esto se resume es a que los últimos 3 álbumes del grupo me han impresionado, algunos tracks más que otros, pero en general le han infundido nueva vida a una banda que había empezado a tirar la hueva bastante desde finales de los noventas, y que estuvieron a punto de separarse tras el lanzamiento del excelente Sumerian Daemons. Justamente, mucha gente argüiría que es en éstos últimos 3 álbumes en los que la banda está huevoneando, especialmente en el departamento guitarrístico. Y aunque esto puede ser verdad hasta cierto punto, como en el track “War in Heaven”, en que algunos riffs rayan en lo lamentablemente genérico, también es cierto que los griegos han sabido evitar de ésta forma el problema de bandas como Fleshgod Apocalypse, en que las guitarras, ultra-técnicas y relampagueantes, compiten constantemente con los elementos sinfónicos, y en ocasiones llegan a sofocarse mutuamente. En cambio, Septicflesh optan por un aproximamiento de riffs más simples pero más contundentes, y que complementan con gran efectividad a los arreglos orquestales, cuya complejidad y calidad son innegables.
Todos bien "evil" sumiendo la panza.
Partiendo de esto último, podemos analizar cómo su sonido ha evolucionado desde el disco anterior. En The Great Mass, las guitarras estaban divididas de forma más o menos definida en dos campos: uno dedicado a llevar una base rítmica y a agregar la mayor parte de la contundencia sonora; el segundo, dedicado más que nada a crear discretas melodías de apoyo a los arreglos sinfónicos, armonizando es ellos, y también creando riffs y patrones melódicos que complementan a la principal guitarra rítmica. En Titan, éste sistema se mantiene, aunque con algunas diferencias. La guitarra rítmica pasa de los “chugs”, los staccatos y los acordes de quinta y octava a una mayor presencia de los tremolos y las notas sostenidas que, combinado con los recursos anteriores, dotan al instrumento de mayor melodicismo mientras mantienen su potencia intacta. Esto es especialmente notable en tracks como “Burn”, “Order of Dracul” o “Dogma”, en la cual también podemos escuchar algunos arpegios y acordes disonantes a medio tiempo.
Hablemos también del trabajo realizado para éste álbum por la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de Praga, porque mientras Grecia atravesaba una terrible crisis económica, Septicflesh se iban de viaje a la Republica Checa a grabar con orquesta. ¿Qué tal ésa? Christos claramente compuso éste álbum empezando por lo sinfónico, con notables influencias de algunos compositores rusos del siglo XX, algo de Wagner, y los ya mencionados toques de folklore griego y de Medio Oriente. Gracias a esto, la orquesta en ningún momento se percibe como desaprovechada, como se puede comprobar en los discos de acompañamiento puramente sinfónicos que se han lanzado junto a los últimos dos álbumes: The Great Symphonic Mass y The Titan Symphony, que suenan como el soundtrack de la mejor película que no fue estrenada nunca.
Cierto crédito especial debe ser otorgado al baterista en éste album, Fotis Benardo quien, aunque interpreta su doble bombo y sus blast-beats con la misma precisión casi mecánica de bateristas como Inferno o Hellhammer, tiene un gran gusto por explorar “grooves” y remates que inmediatamente llaman la atención hacia su trabajo, ayudándolo a destacarse en un tipo de metal donde el interés regularmente se centra en todo menos la batería.
Por su parte, la voz gutural de Seth mantiene aquella terrible profundidad y poder que la caracterizan desde trabajos anteriores, con esa naturaleza completamente por encima de todo lo humano que es acrecentada por el tema lírico, lo cual es bueno, ya que su interpretación al bajo, aunque sólida y creadora de profundidad y cohesión en al álbum, no tiene nada especialmente remarcable o notable. Solo… está ahí… y ya… como el aguacate en una torta cubana: no aporta nada al sabor de los demás ingredientes, y tal vez no te darías cuenta si no estuviera allí, pero sin él, la torta no estaría completa. O algo así, creo. No me gusta el aguacate.
Y hablando de Seth, detengámonos un poco para mencionar el arte visual presente en el álbum. Básicamente, lo que aquí tenemos es más o menos el mismo estilo visual con el que Seth ha estado trabajando desde el lanzamiento de la edición especial de Communion: diagramas anatómicos, diseños de referencias ocultistas y mitológicas y simbolismos religiosos, todo ello mezclado de formas abstractas y macabras, formando metáforas visuales que conectan con el concepto lírico del álbum en su conjunto y de cada canción en específico. De especial notoriedad es el diseño interior del booklet, con sus hojas semi-transparentes que van revelando más capas de diseño y significado simbólico conforme uno pasa por ellas, como si fuera un libro didáctico para niños metaleros. Como dijo el tipo de la tienda de discos, cuyo nombre nunca recuerdo y nunca recordaré: “La neta eso está bien chido, se la supo el vato.”
Total, concluyamos diciendo que éste es un disco que vale bastante la pena ser escuchado y un orgulloso agregado al legado de la banda. Sin embargo, creo que ya va siendo hora de que Septicflesh comiencen a explorar nuevos territorios. Con Titan, han demostrado que el sonido iniciado en Communion ha evolucionado lo suficiente como dar un salto cualitativo en estilo de forma segura y exitosa, con aires abiertos nuevamente a la experimentación, que mucho de sus fans recibirían con los brazos abiertos. Y nada más los brazos, cochinotes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario